sábado, 2 de mayo de 2015

Génesis: Belleza y placer


Saludos,

Poder comenzar esta odisea narrativa con un bello ejemplar de "cantimpalo" recién fotografiado representa una meta vital cumplida para mí. Observen que al seudochorizo solo le falta un cordel que una sendas puntas para poder ser colgado y posteriormente degustado, aparentemente inadvertido entre los chorizos reales que esperan la inevitable deglución.

Solo a un tema puede conducirme la contemplación de una obra (es obra por haber sido obrada) tan delicada como esta: La belleza es un concepto que escapa a las perífrasis del lenguaje, por elaboradas que estas sean, que permitan algún tipo de definición racional susceptible de clasificarse. De esta manera, disciplinas tan amplias como el arte, de las que la belleza constituye una parte primordial, quedan flotantes e indefinidas en el caldo de nuestro imaginario común. Mas no por ello deja de aparecérsenos clara la idea de lo que es belleza, lo cual significa que el concepto no es inaprensible, sino que simplemente escapa por uno de los huecos lógicos que se producen entre las carencias del lenguaje y la inabarcabilidad factual en los silogismos. Es decir, es aprehensible, pero por vías no lógicas.

Mi explicación de este fenómeno, cefalea de los enciclopedistas, es que la vía por la que se nos hace presente la belleza es una cuestión más sensorial que lógica. Espero estar explicándome, con sensorial no me refiero a que se distinga por llegar a nuestro cerebro a través de los sentidos, sería una obviedad. Nosotros, cráneos aislados precariamente enlazados con el mundo por conexiones más o menos nerviosas, solo tenemos ese medio para recabar información. Me refiero más bien a que la belleza, lejos de ceñirse a una colección de parámetros circunstanciales medibles, penetra en nuestro ser a través de una sensación, de una emoción. Desde mi humilde punto de vista, esa emoción es el placer. Existen muchos tipos de placer, desde el que nos produce una buena comida hasta el placer punzante y amargo de una tarde melancólica. En la cuestión de la belleza y el arte, el placer sería como un estremecimiento ante algo que nos trasciende, cierto gozo ante la contemplación o degustación de una obra, un gozo inclasificable que se asocia bastante al concepto de lo sublime, un paso más allá de lo que pensamos o creemos, algo que es grande e inexplicable a la vez.

Desde este punto de vista, en la que el placer está tan estrechamente unido a la belleza, la función del arte es clara: Educar nuestras sensibilidades para que sean receptivas al placer, ablandar nuestras carcasas de forma que puedan ser penetradas por el impulso arrollador de una belleza que nos conmueva. El arte tiene la función de enseñar a deleitarnos con la vida, a saborearla, a educar nuestros paladares para poder encontrar esa gama de matices indefinidos en la que solazarnos con gusto. El arte sirve para aprender a vivir esta vida percibiéndola de una forma en la que merezca ser vivida.

Atentamente:
Lechoncito Phil

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